In memoriam

Eduardo Gómez

Rodríguez (1969-2022)

Referencia: Santander. Estudios de Patrimonio, 5 (2022), pp. 13-16.

DOI: https://doi.org/10.22429/Euc2022.sep.05.01

ISSN 2605-4450 (ed. impresa) / ISSN 2605-5317 (digital)

Eduardo Gómez Rodríguez (Pontones, 27 de junio de 1969 - Santander, 29 de agosto de 2022) ha fallecido joven, sin que su cuerpo respondiera a un tratamiento oncológico tardíamente pronosticado. Le recordamos quienes fuimos sus compañeros docentes, porque sobre todo fue su voluntad dedicarse en cuerpo y alma a la docencia y muchos de sus estudiantes se lo han agradecido. Pero calladamente también se dedicó a la investigación. Su actividad docente en varios institutos de Cantabria, y en la dirección de la UNED-Cantabria durante algún tiempo, impidieron que pudiera avanzar, como habría deseado. Además, algunos años impartió clases en el Programa Senior de la Universidad de Cantabria.

Nos toca revelar su actividad investigadora. Participó en el número inicial de esta revista. En el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid rastreó noticias sobre el templo de San Juan Bautista de su localidad natal. Supo de la existencia de una iglesia anterior a la actual que el condestable Bernardino Fernández de Velasco sostenía, a comienzos del siglo XVI, míseramente con una congrua manutención tan escasa que provocó las protestas de clérigos y parroquianos ante la justicia real. Este estudio quedó, lamentablemente, en el tintero. Tenía un interés particular por la iglesia de Pontones que visité varias veces en su compañía. Me señaló los cambios realizados en el templo: en el retablo, tal como él lo recordaba de niño. En los muros, donde se ha sacado una piedra irregular que afea notablemente el interior y contrasta con el aparejo isódomo de los muros exteriores. Ciertamente las paredes del interior se pensaron para mostrarlas encaladas y no desnudas. Tampoco la vida le ha permitido concluir su tesis doctoral. La elaboraba lentamente, pero con la madurez que proporcionan los años y las muchas lecturas que acumulaba. Estudiaba los cambios en el servicio del altar y en las vestimentas eclesiásticas, y cómo repercutieron en las manifestaciones públicas religiosas que se renovaron tras las publicaciones canónicas tridentinas. Le interesaba indagar en los usos litúrgicos antes y después del concilio de Trento.

Estas investigaciones las realizaba bajo mi dirección, aunque su gran sabiduría requería de muy escasa intervención. En este mismo número de la revista le dedico un artículo sobre dos cruces góticas de Maluenda (Zaragoza). Seguro que le habría gustado conocerlo.

Con todo, los que lo hemos conocido lo recordamos como hombre bueno, trabajador, amigable, siempre dispuesto a ayudar y a hacer más fácil la vida a los demás. Sus amigos y compañeros añoramos su generosidad y su humor ingenioso y socarrón, muy montañés.

Aurelio Á. Barrón García

Universidad de Cantabria