Losada Varea, Celestina, El Barrio Pesquero de Santander. Un paisaje cultural identitario, Santander, Ediciones Universidad de Cantabria, 2023.

ISBN: 978-84-19024-43-5 (papel) / 978-84-19024-44-2 (pdf)

Referencia: Santander. Estudios de Patrimonio, 7 (2024), pp. 559-561.

DOI: https://doi.org/10.22429/Euc2024.sep.07.17

ISSN-L e ISSN 2605-4450 (ed. impresa) / ISSN 2605-5317 (digital)

En la confluencia de los estudios de urbanismo, arquitectura, historia del arte, antropología y hasta etnología se ubican trabajos como este de la Dra. Losada Varea que logran una radiografía elocuente de un espacio humano singular. En este caso se ha buscado explicar la creación desde la nada de un barrio cuyos habitantes ya formaban una comunidad de vida y trabajo en otro espacio de la ciudad. De hecho, las familias de pescadores de los barrios de Puertochico, San Martín y Tetuán habían llegado a esos emplazamientos con el desarrollo del entorno de los muelles del centro de la ciudad y sus exigencias para el comercio. Por tanto, también cabe ver en la creación del Barrio Pesquero un nuevo éxodo de las 265 familias de clase trabajadora expulsadas de un espacio que habrá de ser tomado por la burguesía más deportiva (Escuela de Vela) que ilustrada (Palacio de Festivales) o universitaria (Escuela de Náutica).

Aunque el incendio de Santander (1941) propicie, probablemente, un diseño más ambicioso para lo que hoy conocemos como el Barrio Pesquero, las políticas de vivienda de posguerra contaban con un Plan Nacional de Mejoramiento de Poblados de Pescadores que tuvo actuaciones en casi una veintena de localidades costeras del norte de España en los 40 y 50.

En sintonía con el mejor ensayo francés que, desde los 70, reivindica la subjetividad como componente esencial de apropiación de lo real y considera la mirada personal un factor de compromiso que otorga solidez al objeto de estudio, la profesora Losada creció en una familia de pescadores del barrio por lo que ese espacio humano forma parte de su identidad y su estudio contribuye a conocerla y conocerse. Como se viene insistiendo desde las epistemologías modernas y la teoría crítica, pensar una cuestión es pensarse a uno mismo, lo que se aprecia muy positivamente en este trabajo. Ello explica la relación nominal de titulares de viviendas adjudicadas por la Cofradía de Pescadores (pp. 181-197) que en cualquier otro libro parecería gratuito: aquí tiene sentido porque son nombres propios identificables.

Historia, paisaje humano, memoria familiar, arquitectura y urbanismo, arte mural, progreso de los trabajadores del mar… se entrelazan en un estudio que —no hay mayor elogio— “sabe a poco” y uno espera que tenga continuidad con, al menos, una “historia oral” de las gentes del Barrio Pesquero y algún tipo de indagación en las artes de la pesca, los modos de vida vinculados y hasta el vocabulario específico de la mar en ese rincón de la bahía; por algo hay una Plaza del Muergo (y no de la Navaja) en el centro del barrio, plaza en la que nació y vivió la autora buena parte de su vida.

El Barrio Pesquero de Santander. Un paisaje cultural identitario ofrece al lector tantas y tan variadas imágenes (fotos, dibujos, grabados, planos, reproducciones de pinturas) con las que entran en diálogo los textos que se aparta sobremanera de lo libresco y de lo académico circunscrito a la verbalidad. Palabras e imágenes permiten una lectura muy rica, pues todo lo dicho viene reforzado por imágenes que nos trasladan fácilmente a otra época, como se aprecia en ese espléndido capítulo titulado “La mujer en la cultura de la pesca” que no solo da cuenta de los oficios sino que los plasma en fotos y dibujos que muestran los trabajos, vestidos, lugares y cuerpos laborando de las nescatillas, mariscadoras o rederas.

Tras unas sabrosas páginas introductorias que dan cuenta de la perspectiva de la autora en su estudio y “el puerto como paisaje cultural”, el grueso del libro (pp. 39-119) lo constituye la investigación rigurosa y documentada de la creación del Barrio Pesquero, oficialmente Nuevo Poblado de Pescadores Sotileza en la dársena de Maliaño (1943-1965). Se va dando cuenta con precisión de las decisiones políticas, los arquitectos e impulsores, la evolución de las construcciones y del propio diseño del barrio, las nomenclaturas peredianas de calles y plazas, las tipologías y descripciones precisas de las viviendas, los espacios comunes, de ocio y trabajo, incluidos los destruidos (lonja, cine), de manera que se traza una rigurosa historia del Barrio Pesquero, muy elocuente por las imágenes que informan tanto o más que el texto, como queda dicho.

Complementariamente, “El mar y sus gentes” y el citado “La mujer en la cultura de la pesca” hablan de ese lugar de la antigua dársena de Maliaño como espacio humano y se llega a la universalidad que otorga la literatura, la fotografía y las artes plásticas a través de citas y reproducciones de las que la autora saca buen partido.

El libro ha recibido justamente el Premio Cabuérniga que otorga la revista Cantárida a investigaciones rurales y marineras y su director, Emilio Carrera, valora la aportación al conocimiento de los modos de vida y tradiciones de la comunidad del Barrio Pesquero al tiempo que anima, muy justamente, a otros trabajos similares sobre otros núcleos de población del mismo entorno de la bahía santanderina. A estas sugerencias me permito añadir lo indicado más arriba: el Barrio Pesquero merece, tras esta cartografía esencial de la prof. Losada Varea, una historia oral de sus gentes y una profundización en sus oficios marineros y el habla de pescadoras y pescadores.

José Luis Sánchez Noriega

Universidad Complutense de Madrid